Otro de los artículo publicado en
el Boletín nº 68 de la Real Academia de la Historia y que aquí
reproducimos es el de D. Fidel Fita Colomé, que escribía por el 1º de Mayo
de 1916 en Madrid de Melilla, relacionando la cultura púnica con la romana
reflejadas en una moneda, un as africano con grafía púnica.
La
suma importancia y rápido acrecentamiento actual de Melilla, centro de la
influencia española en el Rif Marroquí, nos hace esperar que su antiquísima
historia no tardará en revelarse á la investigación técnica y científica de sus
monumentos.
Nuestro
sabio compañero D. Antonio Blázquez, reseñó, no ha mucho (1), con su habitual
competencia, las inscripciones romanas y griegas de la Tingitanía; pero ni
Ceuta, ni Melilla, en tan dilatado campo de cosecha epigráfica, se nombran. El
mismo Académico, teniendo en cuenta la medición de las millas, acertó á
demostrar que á Melilla corresponde la estación que en el Itinerario de
Antonino, cuando alboreaba el siglo ni de la Era cristiana, se denomina Rusadder colonia (2). A mediados
del siglo II, algo antes, hacía mención de ella Ptolomeo y poco antes
que en el año 7° Flavio Vespasiano la hiciese colonia romana, Plinio había dado
á conocer su fortaleza y puerto: Rusadir oppidun et
portus.
Consta
además que, lo mismo que Larache, Tánger y Cherchell y varias ciudades del
litoral bético desde Adra hasta Cádiz, acuñó moneda con leyenda púnica. Un
ejemplar de esta moneda, de mediano bronce, hallado en Cherchell, existe en el
Gabinete Real de Copenhague. La acuñación de semejantes monedas autónomas se
abolió imperando Calígula, y por lo tanto sabemos que Melilla estuvo poblada y
era floreciente municipio antes del año 42, en el cual el emperador Claudio
romanizó completamente la Tingitania, la que, á partir del año 25 antes de J. C
, habían gobernado los reyes Juba II y Ptolomeo II.
El
ejemplar del sobredicho as de cobre, único de su especie hasta hoy conocido,
pesa 9,6 gramos, y la belleza de su acuñación y de sus letras púnicas permite
atribuirlo á los primeros años de la era cristiana. Lo describió y comentó Luís
Müller (3), mas no dibujó las figuras de su anverso y reverso, por cuya razón
ha pasado inadvertido á nuestros modernos historiadores de Melilla. No sé que
nadie se haya ocupado de recoger otros ejemplares, que de seguro en aquella
plaza fuerte y su comarca han de encontrarse con cierta facilidad, acompañados
de otros, en tiempo posteriores, y quizá bilingües ó púnico-romanos como los de
Almuñécar y Adra (4).
Moneda de Rusadir
La
fotografía que presento se ha sacado de un vaciado exactísimo de la moneda
original antedicha, que á petición mía se ha procurado el doctor Yahuda por
intercesión de uno de sus doctos amigos, residente en la capital de Dinamarca.
Anverso.
Cordoncillo globular. Cabeza imberbe, cuyo tocado es el pellejo y orejas de una
de elefante. A izquierda.
Reverso.
Abeja entre dos espigas. A un lado, cordoncillo globular. Debajo, el nombre de
la ciudad con letras púnicas, correspondientes á las hebreas, que se pronuncian
R(u)SAD(i)R.
Este
nombre (Rusadir de Plinio, de Prolemeo, Rusadder del Itinerario
de Antonino), mantiene su prolongado eco de veinte siglos en el actual
arabizado Ras-erdir del promontorio de Tres Forcas, donde estuvo la
estación Rusaddi del Itinerario, distante 15 millas romanas de Melilla,
estación donde también hay que buscar ruinas deediñcios antiguos.
Compónese
el vocablo Rus-adir de dos elementos gramaticales que indican
evidentemente el origen fenicio ó púnico de la población. Sobre el significado
que el primero tiene de cabo ó promontorio marino, no cabe duda;
y, con efecto, la ciudad de Melilla y parte de sus fortificaciones ocupan una
península cuyo istmo es de roca, con medio cable de longitud, poco menos de
anchura y 20 metros de elevación sobre el nivel del mar. El segundo elemento
está representado por el hebreo “addir” poderoso, majestuoso, sublime.
En varias lápidas africanas aparece como epíteto de Baal (5) y Saturno en
la mitología greco-romana, á quien estarían consagrados el promontorio y pueblo
de Melilla. No de otra manera, á mi parecer, el promontorio Sacro ó cabo de San
Vicente en el Algarbe, fué dedicado, según Avieno (6), á Saturno: Inhorret inde rupibus
cautes sacra; Saturni et ipsa.
A
este propósito cumple citar el culto cartaginés de los Abaddiros ó Abbadiros
púnicos, atestiguado por lápidas romanas, por San Agustín y por el gramático Prisciano (7), según el cual abbadir es el monolito ó aerolito que se
tragó Saturno pensando que era
su hijo Júpiter; es decir, la piedra de Addir venerada por los griegos y por los hebreos
con nonbre de Betk-El (casa de Dios). Tales ídolos, con estas figuras
cónicas, fueron primitivamente la Astarté fenicia y la Diana de Efeso, Indicando el tránsito religioso de la edad de
la piedra á la de los metales ó
de los dioses antropomórficos.
Los
vándalos, bizantinos y árabes que dominaron sucesivamente en Melilla después de
las épocas romanas, dejarían allí multitud riquísima de monumentos
arqueológicos, que avaro el suelo de tierra firme y las aguas del puerto, y de
su río de Oro nos ocultan.
A
mediados del siglo XII, describía El-Edrisí (8) sucintamente la situación é
importancia de esta plaza fuerte. Melilla, dice (9), es una bella ciudad, en buen sitio colocada y
de mediana grandeza sobre la ribera del mar. Está fuertemente amurallada, y su
campo en tiempos al nuestro anteriores era fértilísimo. Posee un pozo de agua
viva y alimentada por un manantial permanente, que basta para el consumo de los
vecinos. Alrededor de ella moran y pululan tribus bereberes, cuyo tronco
procede de los Buttuya. Monumentos fúnebres, púnicos y romanos, distinguidos
aquéllos por manillas de oro en las muñecas de los cadáveres, á Melilla no
faltan.
En
el número 98 (13 de Noviembre de 1915), pág. 308 de la excelente revista
mensual, denominada Ibérica, se da la siguiente noticia, sobre la cual
ha llamado la atención de la Academia, D. Antonio Blázquez:
“Con ocasión de
determinadas obras, realizadas en Melilla, se han descubierto interesantes
vestigios de antigua civilización.
En el barrio Real se
encontraron tres sepulturas de piedra, conteniendo esqueletos que conservaban
en los huesos de la muñeca aretes de oro.
Más tarde, al pie del
cerro de San Lorenzo, se descubrieron sepulturas de época romana, y en ellas
ánforas, candiles, lacrimatorios y otros objetos artísticos, y muy
recientemente, al extraer tierras del antiguo cementerio, se han hecho nuevos
descubrimientos arqueológicos.”
En
la página precedente. (307) de esta revista, y al pie de ella, se representan
fotografiadas las ánforas, alineadas en la falda del árido cerro de San
Lorenzo; cuatro enteras y cuatro quebradas. Conviene averiguar sí contienen
alguna estampilla, y si pueden continuarse en aquel cementerio las
excavaciones, tanto allí como en otros parajes, fecundos de objetos
arqueológicos, á lo largo de la vía romana que bajaba del cabo de Tres Forcas (Rusaddi)
á Melilla (Rusadder colonia), y proseguía su curso hacia las
Chafarinas (Ad tres Ínsulas), estación distante unos cinco kilómetros al
Oeste de Cabo de Agua.
En
todo ese trayecto de vía romana se erguían ochenta miliarios, á razón de un kilómetro por milla.
Si alguno se busca y se descubre,
porque no todos habrán perecido, ganará ciento por uno la historia, á ellos contemporánea, de la Colonia
Rusadder, ó Melilla, que
recibió probablemente el sobrenombre de Flavia. Tanto en el arreglo,
como en la reparación de la vía, los miliarios daban noticia de los
Emperadores que en ello entendieron, hasta
el año 429, cuando los Vándalos españoles, acaudillados por Genserico, trasladándose
desde la Bética al África por el Estrecho Hercúleo, sometieron á su
dominio bárbaro la infeliz Tíngitania.
(1)
BOLETÍN, tomo LXIV (cuaderno de Enero de 1914), págs. 94-101.
(2)
BOLETÍN, tomo XL, pág. 368; LV, 367.
(3) Numismatiqíce de l'ancienne A frique. Supplément, págs. 78 y 79.
Copenhague, 1874.
(4)
Zobel de Zangroniz, Estudio histórico de la moneda antigua española, tomo
II, pág. 169. Madrid, 1880.
(5) Corpus inscriptiorum latinarum, vol. vin, núms. 5279,
19121, 19122,
19123
y 2Í481.
(6)
Ora maritima, vers. 215 y 216.
(7)
Véase Dessau, Inscribtiones latinae selectae, núm.
4478. Berlín, 1902.
(8)
Dozy y Goeje, Description de VAfrique eí de V Espagne par Edrisí, pág,
171, Leyde, 1866.
(9)
Este mismo nombre con las mismas letras é idéntica pronunciación y
significación de espiga de trigo lo escribió Moisés en el Deuteronomio,
XXIII, 26, sería el del campo de Melilla, al que parecen aludir las dos espigas
de la moneda.
Publicado en BRAH nº 68, 1916, pp. 544-548). 920. También
en África Española nº 38, 1916, pp. 51-54
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