Publicado en: Aldaba nº. 25, 1995, por D. Francisco Mir Berlanga (3º Cronista Oficial de Melilla después de: 1º D. Gabriel de
Morales, 2º D. Rafael Fernández de Castro y el actual 4º D. Antonio Bravo
Nieto)
Prescindiendo de otros
antecedentes más remotos, la
Melilla española, es decir, la Melilla conquistada por
don Pedro de Estopiñán, el 17 de septiembre de 1497 (1), trae su origen, en la
fortaleza o presidio que se estableció tras su conquista, tomando la palabra
presidio en la acepción noble, con que la define el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española,
"Guarnición de soldados que se pone en las plazas, castillos y fortalezas,
para su guarda y custodia". Este origen castrense ha enriquecido en el
pasado la historia de Melilla y su posterior vida urbana.
El caso de Melilla no ha
sido único. Baste recordar, que entre otras, las ciudades de León, Cáceres y La Línea en España, Villa
Sanjurjo -hoy Alhoceima- en Marruecos, Estrasburgo en Francia, Turín en Italia,
Colonia en Alemania, y otras innumerables ciudades de Europa, Asia y América,
deben su origen a una guarnición militar, a cuyo abrigo, se fue instalando la
población civil.
Así también ocurrió en el
caso de Melilla, donde la tenacidad de los españoles triunfó sobre el medio
hostil, hasta conseguir transformar la pequeña ciudadela, en la hermosa ciudad
actual.
La situación geográfica de
Melilla, separada de la
Península por el mar y aislada por tierra, en el pasado, por
la hostilidad de las cábilas fronterizas, planteó, desde el momento de su
conquista, el problema de las comunicaciones con la metrópoli.
Ya en el primer Asiento
que "para la guarda e probeimiento
de la ciudad de Melilla", fue firmado en Alcalá de Henares el 13 de
abril de 1498 entre la Corona
y los representantes del duque de Medina Sidonia, se dispone que la plaza debe
tener "cuatro fustas de remos bien pertrechadas y aparejadas y cuarenta
hombres para su servicio", encargados de mantener las comunicaciones con España.
Al duque de Medina Sidonia
le correspondía la tenencia de la plaza, y por lo tanto era el responsable de
su seguridad. Los primeros alcaldes fueron nombrados por el duque, y con él se
entendían, para todo lo relacionado con el gobierno, conservación y defensa de
Melilla.
Pero Sanlúcar de
Barrameda, —residencia de los duques— de donde partió la expedición
conquistadora, quedaba lejos. Por lo que pronto sería Málaga, la ciudad, desde
donde se atenderían las necesidades de Melilla.
Un factor o apoderado del
duque, destacado en Málaga, se encargaría de aquella misión.
Desde Málaga llegaban el
correo, los hombres y las provisiones de boca y guerra. Pero a partir de 1556
en que los Medina Sidonia renunciaron a Melilla, será la Corona, la que se encargará
directamente, de atender a la conservación y defensa de la fortaleza (2) que es
abastecida por los proveedores reales, residentes en Málaga.
En el periodo comprendido
entre la ocupación en 1497 y el citado año de 1556 en que renuncian los duques,
el archivo de la Casa Ducal,
hoy en trance de rigurosa ordenación, es la fuente indiscutiblemente preferente
para el estudio de la historia de Melilla.
Juan Antonio Estrada y
Paredes (3), autor de la
Población General de España, sus Reinos y Provincias, Villas,
Pueblos, Islas Adyacentes y Presidios de África, de la que conocemos dos
ediciones, hechas en los años 1746 y 1768, proporciona numerosos datos sobre la
historia de la ciudad de Melilla, de donde era natural y dice; "Esto que hemos referido consta en los
Archivos y Papeles del Duque de Medina Sidonia, que nos mostraron para este
efecto, y de otras noticias que he buscado con bastante trabajo, porque hay
poco escrito de Presidios, y lo que de ellos se refiere es muy sucinto y con
alguna confusión...”.
Como queda dicho, a partir
de 1556 la ciudad pasó a depender de la Corona. Melilla,
por su situación estratégica, tendría un importante protagonismo militar, en
una doble misión. Como centinela avanzado de la seguridad nacional ante un
Magreb inestable, desgarrado por las luchas de las diversas dinastías que
sucesivamente se disputan el poder, y frente a la acción constante de la temida
piratería turca y berberisca, azote grave de las costas españolas...
Desde la Corte se envían a Melilla
las órdenes e instrucciones pertinentes. Unas y otras se notifican y asientan
por duplicado. Primero por los alcaldes-gobernadores, máxima autoridad de la
plaza. Luego pasan a los veedores, encargados, entre otras funciones, de
vigilar el cumplimiento de las Ordenes Reales, que quedan archivadas. Así con
el transcurso de los años, van formándose los archivos melillenses.
A veces, las órdenes
tienen que ser reiteradas, porque hay correos que no llegan a su destino, por
la pérdida de la embarcación que las conducen, unas veces como consecuencia de
los temporales, y más frecuentemente por la acción de los piratas, que
amparados en el cabo de Tres Forcas, asaltaban las embarcaciones destinadas a
mantener la vital comunicación entre Málaga y Melilla. Existe constancia
documental, de numerosos ataques y capturas de los piratas.
En alguna ocasión, los
enemigos alcanzaron notables éxitos, como el del día 2 de septiembre de 1549,
en el que un corsario argelino se apoderó de la carabela de Melilla, donde
viajaba el propio alcalde Francisco de Medina que quedó cautivo (4).
Por su parte, los
alcaldes, dirigían sus escritos y peticiones directamente a los Reyes. Pero
cuando se trataba de algún caso urgente, que no admitía demora, las peticiones
se hacían a las autoridades de Málaga, que procuraron remediar la situación de
Melilla, según consta en los Libros Capitulares del municipio malagueño (5),
que la cortesía de don Francisco Bejarano, me permitió conocer.
De lo hasta ahora
expuesto, han quedado señaladas las tres fuentes documentales más importantes
de Melilla en los archivos peninsulares, que son el de los Medina Sidonia, los
de la Monarquía
y los de la ciudad de Málaga.
Hablaremos ahora de los de
la propia ciudad de Melilla.
Desde la Atalaya de la Torre de la Concepción Alta,
se vigilaban cuidadosamente los movimientos de las escuadras turcas y
berberiscas, que utilizaban la mar Chica como refugio. Cuando los avisos
llegaban a tiempo, se pudieron evitar graves daños. Muchos de los pacíficos
habitantes, de los bellos pueblos costeros andaluces, debieron su libertad o su
vida, tal vez sin sospecharlo, a los diligentes avisos de los alcaldes de
Melilla.
Concentraban éstos, en sus
manos, toda clase de poderes civiles y militares, incluso los judiciales. De
ahí el refrán de "ser rey en Castilla
o alcalde en Berbería"... para significar la plenitud de poderes, como
veremos a continuación.
En el mes de octubre de
1555 se descubrió una conspiración, con el propósito de dar muerte al alcalde
don Alonso de Gurrea y entregar la plaza al enemigo. Los conspiradores fueron
condenados a muerte y ejecutados.
Pero dejemos el relato al
propio don Alonso, que en carta dirigida a los Príncipes Regentes con fecha 10
de noviembre de 1555 les decía: "Condené
a muerte al Contador y a otros cuatro soldados con él, en los que hice
Justicia. Al Contador y a otros tres, ahorqué y les corté la cabeza y las
enclavé en la muralla, y al otro condené perpetuamente a galeras, por ser
muchacho y no le hallar tan culpable..." (Simancas. Guerra Antigua.
Legajo 60).
Respecto a un clérigo, que
también tomó parte en la conspiración, y que según Gurrea era "El más mal hombre que hay en el
Mundo", no se atrevió a ejecutarlo, por su condición sacerdotal,
remitiendo el proceso a la superioridad, para que resolviera.
Según Gabriel de Morales
(6) el clérigo fue también condenado a muerte y ejecutado.
Con estos castigos
ejemplares, terminó la conspiración, que en tan grave riesgo puso la seguridad
de Melilla.
Toda la vida de la ciudad
quedó reflejada en el Archivo del Gobierno de la plaza, salvo la iglesia que
tenía su propio Archivo. Los valiosos documentos, que del pasado han podido
conservarse, así lo atestiguan.
Las importantes
circunstancias bélicas por las que pasó Melilla acentuaron el carácter militar
de su gobierno y administración. Este régimen castrense, estuvo en vigor hasta
bien entrado el presente siglo (XX). Pero el rápido aumento de la población, y
la natural evolución de la ciudad, que había dejado de ser plaza fuerte,
impusieron la separación y especialización de funciones, y la implantación
progresiva de una administración civil.
Esto dio lugar a una
irreparable dispersión documental del Archivo melillense, aunque algo se salvó
y quedó en Melilla.
La Junta Municipal creada en 1845, origen remoto del actual Ayuntamiento,
recibió una pequeña parte de documentos civiles.
El antiguo Gobierno
Militar de la plaza, convertido en Capitanía General y más tarde en Comandancia
General, se llevó la parte más importante del Archivo, que hasta el año 1895,
en que Gabriel de Morales (7) llegó por primera vez a Melilla, se encontraba
intacto, y pudo utilizarlo para la redacción de sus importantes trabajos
históricos.
Los Protocolos de los
antiguos Escribanos de Guerra, quedaron en la Notaría Civil, desde
donde pasaron el Archivo Histórico de Melilla, creado en octubre de 1969 (8).
Un precioso libro,
bastante maltratado por los años, en el que se contiene un "Estado General de Casas, Cuevas y Solares, que el Rey y distintos
particulares, tiene en esta Plaza", pasó al moderno Registro de la Propiedad.
Lo formó en 1753 don José
de Osorio, que ostentaba el pomposo cargo de "Comisario de Guerra de los Exercitos de su majestad Veedor,
Contador, Ministro de Hacienda, Marina, y Almirantazgo en esta Plaza...".
En este libro, por calles
y plazas, está descrita la propiedad pública y privada existente en la pequeña
Melilla de mediados del siglo XVIII.
Por si la anterior
dispersión del Archivo de Melilla la
Vieja no fuera suficiente, en 1927, al término de las
Campañas de Marruecos, que habían durado 18 años, el entonces Ministerio de la Guerra, creó una Comisión
de Jefes de Estado Mayor, encargados de redactar, la que habría de ser Historia
de las Campañas de Marruecos, en la que Melilla y los territorios de su
Comandancia General, habían tenido un importante protagonismo.
La Comisión, a fin de documentar adecuadamente la obra
proyectada, recabó para ella una serie de importantes documentos, que ya no
volvieron a sus Archivos de procedencia, pero que afortunadamente quedaron en
el Servicio Histórico Militar.
Esta es la breve historia
con las limitaciones impuestas por el tiempo, de la dispersión de los Archivos
de la Vieja Melilla.
Como se deduce de lo
expuesto, la documentación de carácter histórico que de Melilla se conserva en
la ciudad, es escasa y poco importante. En cambio es muy valiosa la conservada
en el Archivo del Ayuntamiento, aun que referida exclusivamente al presente
siglo.
Tampoco quedaron en
Melilla los antiguos libros parroquiales que fueron remitidos al Obispado de Málaga.
Son extraordinariamente interesantes, porque a parte de las naturales
inscripciones de nacimientos, matrimonios y defunciones, el celo de los
sucesivos vicarios les llevó a consignar en ellos importantes sucesos locales.
Hoy, el conjunto documental
histórico de Melilla, se encuentra repartido en los Archivos de los duques de
Medina Sidonia, en Simancas, Archivo Histórico Nacional, Sección de Manuscritos
de la Biblioteca
Nacional, Servicio Histórico Militar, Archivo Municipal de
Málaga, el Histórico Provincial de la misma ciudad, así como el del Obispado.
Todos son de indispensable
consulta para el estudio y conocimiento de la Historia de la ciudad de
Melilla, que en 1997 cumplirá el medio milenio de su incorporación a la Corona de España, incorporación
que tuvo lugar, 18 años antes de que lo luciera el Reino de Navarra y 279 años
antes, de que existieran los Estados Unidos de América...
1. Los Reyes Católicos recibieron con gran satisfacción la
noticia de la ocupación de Melilla, y escribieron al duque, con fecha 18 de
octubre diciéndole: "Os certificamos
que el servicio que nos hiziste con la toma de Melilla nos ha aprovechado para
templar en algo el dolor que leñemos, porque esperaos en Dios, que desto sera
mucho servido". El dolor a que se refieren los Reyes era la reciente
muerte del Príncipe Don Juan, fallecido en Salamanca el día 4 de octubre de
1497.
2. El duque de Medina Sidonia renunció a la Tenencia de Melilla, como
consecuencia de los cuantiosos gastos que le ocasionaba.
3. Juan Antonio Estrada y Paredes, nació en Melilla, siendo
bautizado el día 24 de enero de 1695 en la iglesia parroquial de la Purísima Concepción.
Fueron sus padres el alférez de
Infantería don Luís de Estrada y doña Andrea de Paredes..
4. El Alcalde Francisco de
Medina, fue rescatado más tarde por la generosidad del conde de Alcaudete,
gobernador de Oran.
5. Francisco Mir Berlanga,
"La derrota de don Carlos Ramírez de
Arellano y el socorro de Málaga a Melilla", en Melilla en los pasados siglos,
Madrid, 1980.
6. Gabriel de Morales,
Datos para la historia de Melilla, Melilla, 1909.
7. Francisco Mir Berlanga,
"Gabriel de Morales ilustre historiador de Melilla, Revista Trápana,
números 3 y 4, 1989-1990.
8. El Archivo Histórico de
Melilla fue creado por el Ministerio de Cultura a petición del Ayuntamiento de
Melilla, que presidía como alcalde, Francisco Mir Berlanga.
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