viernes, 22 de abril de 2011

In memory Constantino Domínguez Sánchez

Santiago Domínguez Llosa
Historiador miembro de la AEM

Introducción

El 23 de abril de 1979 fallecía en nuestra ciudad de forma inesperada Constantino Domínguez Sánchez a la anticipada edad de cuarenta y siete años. Su aportación a la Historia de la ciudad y en concreto al Museo Municipal, fue de especial trascendencia, ya que con su actuación se realizó el primer inventario y catálogo de los objetos arqueológicos y documentales allí expuestos, dándole el carácter científico que la institución requería.

Apuntes Personales

Constantino Domínguez nacía en Tetuán en 1932, destacando desde su infancia por sus ansias de aprender y su curiosidad innata que le llevaría a interesarse de forma muy aplicada por los estudios, finalizando su bachillerato en el Colegio del Pilar de Tetuán. De forma continuada obtuvo los títulos de Perito, Profesor e Intendente Mercantil.  En 1953 ingresó como funcionario en Hacienda llegando a pertenecer por oposición, al grado de Técnico Superior de la Administración del Estado.

En 1956 al concederse la independencia a Marruecos, ostenta el cargo de Jefe de Sección del Registro de Hacienda en el Protectorado.  La administración española entrega la gestión al nuevo Estado, quedando como jefe de la misión civil española encargada del traspaso a las nuevas autoridades, por el que recibiría al termino de la misma la felicitación tanto del ministro español del ramo como del mismo Rey Mohamed V. Permaneciendo en Marruecos hasta el año 1960, siendo destinado a Melilla este mismo año como Administrador de Tributos de la Delegación de Hacienda.

Su preocupación intelectual le lleva a interesarse por la historia de la ciudad a su llegada, devorando más que leyendo, todo lo publicado. Aquí empieza su labor investigadora en los fondos locales y en otros archivos nacionales, en una  época en la que en Melilla había muy pocas personas que se interesasen por la historia y la investigación. 

Al poco tiempo de su llegada tiene la suerte de conocer a D. Francisco Mir Berlanga, Alcalde y Director del entonces Museo Municipal de Melilla con quien le unirá una gran amistad y a quien siempre considera como su maestro.

Constantino Domínguez aprovechaba su poco tiempo libre en profundizar en la historia de la Ciudad y aunque no dejaba de lado ningún tema, también le dedico gran parte de este a su museo.

Fruto de esos estudios fue la publicación a partir de 1969 de pequeños artículos en la prensa local e incluso en algunos medios nacionales, que acabaron siendo un referente y muy conocidos en la ciudad bajo el término de ”Melillerías”. Por lo que no es de extrañar que en tres ocasiones obtuvieran algunos premios de periodismo que en aquellos años otorgaba el Ayuntamiento.

Constantino Domínguez Sánchez y el Museo de Melilla


Uno de los lugares preferidos por Constantino para pasear por la ciudad era Melilla la Vieja o más concretamente el primero de los Recintos Fortificados.  Dentro de ella, era obligada la visita al Museo Municipal que estaba ubicado en el Baluarte de la Concepción, instalación existente desde el siglo XVI y que había dado cabida anteriormente al Museo, a una torre de vigilancia sobre un baluarte o “Caballero”, ampliada y reformada en el siglo XVIII hasta quedar unida a un almacén de pólvora de dos plantas a prueba de bombas, al aterrazar su cubierta a dos aguas utilizadas como magníficas batería con vistas sobre la costa y altura del “Cubo”. Fue en este lugar, donde comenzó a tener contacto  con los objetos allí expuestos, familiarizándose pronto con ellos.


El Museo se instala en estas dependencias en el año 1953 siendo su fundador y primer director D. Francisco Mir Berlanga. Se trataba de un Museo de carácter generalista en el que tenían cabida objetos y documentos que estuvieran relacionados con la historia de la ciudad, para lo que se dividió en dos secciones: Arqueológico-Histórico y Documental.

Señalamos sus palabras publicadas en “Melillerías” y que las recoge el diario Sol de España en 1969 al respecto: “... El Baluarte de la Concepción, perfectamente restaurado y en el que se encuentra instalado el Museo Municipal, pequeña joya que conserva los restos de la antigua necrópolis de San Lorenzo, que hablan de siglos de la importancia de Melilla en aquellos tiempos, así como una interesantísima colección de documentos relacionados con la historia de la ciudad”

 A mediados de los años 70, D. Francisco Mir Berlanga, ya jubilado, empieza a ausentarse con bastante frecuencia de la Ciudad, designando como Secretario del Museo en el año 1976 a Constantino, quien desde este momento se dedicó en cuerpo y alma y de manera altruista al estudio y desarrollo de la mejora de las instalaciones y contenidos expositivos.

Hay que recordar que esos momentos el Museo era una especie de almacén de objetos, algunos procedentes de las excavaciones de principios del siglo XX y otros como consecuencias de hallazgos fortuitos, cesiones o donaciones, pero todas ellas distribuidas sin contexto alguno en unas vitrinas y armarios de madera forradas en terciopelo rojo con unas estrechas puertas de cristal y con una muy deficiente iluminación que se veía agravada por la presencia en las ventanas de unas láminas de celofán amarillo que tenía como finalidad impedir la entrada de la luz del sol para evitar el deterioro de las piezas expuestas, especialmente la colección de documentos históricos. El resultado de  todo ello llevaba a que no se pudieran apreciar las magníficas piezas que albergaba la instalación, agravado aún más por la  falta de un catálogo o inventario de los bienes del Museo, aunque existían una serie de fichas incompletas de las piezas.

Constantino Domínguez se empeñó en la tarea de cambiar esa situación a todas luces insuficiente para exponer y enseñar a los visitantes la Historia de Melilla; Tenía claro que la actuación debía ir encaminada a dos frentes: por un lado la instalación de los objetos y por otro la clasificación, documentación e inventarización de los mismos. los primeros momentos fueron algo complicados ya que a la falta de fondos para emprender las reformas se unía un cierto inmovilismo por parte de D. Francisco Mir, que no acababa de entenderlas del todo.

En 1976, y aprovechando un largo viaje que el Director emprendió por Extremo Oriente, Constantino Domínguez inició una serie de contactos con empresarios y comerciantes de la ciudad para obtener fondos y otras ayudas para el Museo, consiguiendo al final llevar a cabo la ansiada reforma.  Así, un conocido industrial de la ciudad conocido como A. Moreno puso de su bolsillo la nueva instalación eléctrica; otros comerciantes, entre ellos un joven Ayu Lalchandani, se encargaron de aportar fondos para la adquisición de mobiliario. Por su parte, algunos operarios de los servicios operativos del Ayuntamiento, emplearon su tiempo libre en el saneamiento de paredes y techos y en la instalación del agua.  Al final, el esfuerzo de Constantino Domínguez ayudado por Manuel Cuenca Toro, y la desinteresada ayuda de esos comerciantes e industriales, convirtieron aquellas oscuras y deficientes dependencias en unas salas que si bien hoy no cumplirían los requisitos mínimos, en aquel tiempo constituyó una auténtica revolución en materia de espacios expositivos y además con un coste cero para las arcas municipales.

Una vez solucionado el tema expositivo, asumió la segunda y complicada tarea de llevar a cabo una catalogación exhaustiva de las piezas. Para ello, se procedió a fotografiar cada una de ellas, siendo remitidas las copias a Constantino Unguetti, arqueólogo jienense que pasaba sus veranos en Melilla, y que adquirió el compromiso no sólo de restaurar muchas de ellas, sino también de documentarlas, con lo que en un relativo medio plazo, se  consiguió igualmente realizar un inventario de las piezas expuestas en el Museo, inscritas en dos libros, uno de Registro General de Objetos propiedad del Museo, con 552 registros y otro de Objetos en Depósito con 77 registros. Este inventario se mantuvo inalterable y sin ninguna modificación hasta el año 2003 en el que los técnicos proceden a actualizarlo siguiendo la normativa vigente e incrementándolo en 2440 registros arqueológicos.

Constantino Domínguez tuvo también un interesante papel en temas arqueológicos. En los años 70 no había en la ciudad ningún arqueólogo profesional, por lo que  cualquier hallazgo debía ser comunicado al Ministerio de Cultura de Madrid que enviaba a esta plaza militar, si lo estimaba oportuno, alguno de los de su plantilla, lo cual a veces hacía que cuando se decidía su envío los restos hallados hubieran desaparecido. Por ello cuando se producía algún hallazgo, las autoridades llamaban de inmediato a Constantino Domínguez para que evaluara lo encontrado. Aunque no fuera arqueólogo, contaba por un lado con la experiencia de haber participado en su juventud en las excavaciones realizadas en las cercanías de Tetuán, especialmente las llevada a cabo en Tamuda por Tarradell y por otro, con que los objetos hallados tenían gran paralelismo con los que él conocía.  Quizás su aportación más relevante en este sentido fue el trabajo de documentación llevado a cabo cuando en las Navidades de 1973, unos derrumbes en la carretera de la Alcazaba producidos por las obras del nuevo acceso del Parador de Turismo, pusieron al descubierto unas oquedades semiesféricas que se describieron como fosas dentro de las cuales aparecieron gran cantidad de fragmentos de cerámica.  De nuevo ante la inexistencia en la ciudad de personal especializado, se recurrió a Constantino Domínguez, quien, según consta en la prensa local (Telegrama de Melilla, Domingo, 6 de Enero de 1974), “... Estas excavaciones están siendo dirigidas por el momento por D. Constantino Domínguez Sánchez, enamorado de la Historia de la ciudad e investigador de la misma.”. quien formó un pequeño grupo de voluntarios, en su mayoría estudiantes, entre el que se encontraba Jesús Miguel Sáez Cazorla, actual Presidente de la Asociación de Estudios Melillenses, para analizar lo hallado. Después de estudiar los restos y las referencias bibliográficas, fueron datados como de época púnica, entregándose los restos en el Museo Municipal para su custodia después de haber sido documentados.

No fue la única ocasión en las que las autoridades recurrieron a nuestro protagonista para datar o documentar algunos de los hallazgos.  Prácticamente en cada obra que se hacía en Melilla la Vieja aparecía algo: una lápida, un trozo de metal oxidado, etc.  Todos ellos eran documentados y entregados en el Museo Municipal.  Precisamente en la mesa, el día de su muerte dejó el primer boceto de la “Melillería” que, todavía sin título, trataba de los hallazgos arqueológicos que se habían encontrado en Melilla en los últimos años.

Su interés por la difusión del Museo y de la Historia sigue siendo patente cuando en 1978 le encarga el Ayuntamiento la realización de una Guía Turística de Melilla, publicada en febrero de 1979 y en la que a través de la misma podemos dar un paseo por la Historia de la ciudad a través de los Recintos Fortificados y un recorrido por las diferentes salas del Museo.

Y esta es en breves líneas, la trayectoria vital de Constantino Domínguez Sánchez, un melillense de corazón aunque hubiera nacido en otro lugar y que tras su familia, tuvo siempre pasión por la historia de Melilla, por su patrimonio y por su Museo.

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