domingo, 12 de septiembre de 2010

El paso de un bangladesí por Melilla

Por: Antonio Bravo Nieto

En una ciudad como Melilla, va siendo difícil que alguna noticia pueda sorprenderte realmente. Te pueden causar extrañeza, estupor, indignación, apatía, mortal aburrimiento, pero sentirte de pronto afectado por lo que lees, realmente pocas. Y todo esto viene al hilo de lo acontecido en nuestra ciudad con los bangladesíes. Sólo segundos después de leer la noticia me asaltó una pregunta, ¿estará Mámun entre los trasladados? Ahora, antes de seguir con este escrito, conviene aclarar varias cosas. ¿Qué hago hablando de un bangladesí desconocido? La respuesta es muy sencilla, quien escribe estas líneas lo hace como un sujeto de a pié, un vecino más de Melilla; daría igual quien lo redactara, porque no se escribe desde una posición partidista, profesional o institucional. Porque además, yo a Mámun no le conocí en una conferencia, ni en mis clases, ni en reunión de organización alguna ni ONG acreditada. Le conocí en la calle, un día hará ya varios años cuando con una sonrisa (que se ha convertido en una especie de seña de identidad), me señalaba torpemente hacia mi coche con la intención (ya lo habrán adivinado) de limpiarlo para ganarse un par de euros.

Luego llega eso a lo que los humanos (sobre todo mediterráneos) somos tan dados, que es relacionarte o hablar con la gente gracias al roce diario. Porque desde entonces veía a Mámun casi cada día, con la misma sonrisa, imperturbable, más atento en saludarme que en saber si ese día tocaba lavado. Con los meses y varios años, ya casi leía mi pensamiento y sabía cuando tocaba, de hecho últimamente ni me preguntaba y tomaba él mismo la decisión, y al día de hoy ya no sé si me debe un lavado o yo le debo euros. Lo cierto es que muchas veces realmente no tenía necesidad de que empleara sus esfuerzos, pero me parecía que lo poco que podía hacer por alguien que venía de tan lejos, era ofrecerle una forma digna de ganar algo insignificante (una forma torpe, supongo, de limpiar la conciencia de vivir en un país desarrollado y rico a los ojos de los que no están dentro). Seguro que con ello incumplía alguna norma o reglamento, y que alguien podrá criticarme por ello, pero no me avergüenzo en pensar que era una forma de darle dignidad a su humilde trabajo.

Llegué a conocer su nombre más tarde, por simple curiosidad: ¿cómo te llamas? Y como al responderme observó cara de sorpresa (porque realmente le entendí Mamón) me mostró con total naturalidad su identificación donde ya pude leer Mámun Rass. Poco a poco se hizo un habitual del barrio, hablaba con todos en un español que poco a poco perfeccionó, e incluso entre lavado y lavado de coche pudo expresar tímidamente sus ideas de futuro, que pasaba por instalarse en la península donde habitaba un familiar suyo. Euro a euro pudo comprarse una bicicleta y eso le permitió ampliar su horario de trabajo, y en alguna festividad religiosa (creo que Mámun es musulmán), le pude ver con alguno de sus mejores trajes, lo que antiguamente llamábamos el traje del domingo.

Ahora no sé donde pueda estar. Si es de los trasladados, o de los que parecen haberse quedado, o si ha conseguido sus papeles. Igual mañana me lo encuentro por ahí sonriendo, pero sospecho que ya no volveré a verlo en mi vida, y lo más probable es que nunca llegue a saber que este texto ha sido escrito, ni por quien. Habrá ocurrido como en el juego de la oca, después de un buen rato tirando los dados y cuando ya crees que llegas al final, caes en la casilla que no debes y te mandan de regreso al inicio. Espero con toda mi sinceridad que tenga la paciencia suficiente para soportarlo.

La Ley es la Ley, y lo único que se me ocurre es afirmar que creo en ella, que debe ser cumplida y aplicada. Además los razonamientos parecen ser coherentes con mantener una frontera que sea segura y no padecer las avalanchas que en el pasado nos han estigmatizado. Pero también como persona, sospecho que puede haber formas legales de que las cosas sean de forma diferente a como se nos presentan. Que la "justa ceguera" de la Ley debería tener en cuenta los años pasados por estas personas en la ciudad, del comportamiento ejemplar que han manifestado durante todo este tiempo, y de la voluntad de intentar prosperar dentro de una conducta honorable y basada en el trabajo.

Que nadie quiera leer en estas líneas otra cosa que no sea mi opinión personal, más basada en los sentimientos que en una reflexión racional o legal de las cosas. Si alguien además intenta manipularlas con fines que no sean los puramente humanitarios, está desautorizado desde este mismo momento. He escrito estas palabras, porque me habría parecido moralmente indigno no haberme inmutado ante algo que me afecta, y por el incierto futuro de estas personas.

Ayer creí ver su bicicleta junto a una farola de mi barrio, pero no era él quien la llevaba. Estés donde estés, sólo quiero desearte la máxima de las suertes personales y profesionales, y que tanto tú como tantos otros podáis finalmente conseguir ese sueño inalcanzable que emprendisteis hace ya varios años. Mámun podría ser cualquiera de nosotros mismos.

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